Reutilización del agua para el riego agrícola
Fuente: Diario de Concepción
El problema en Chile de escasez hídrica y su agudizamiento por el cambio climático, también es un problema que ha sido visualizado en Europa y cuya adaptación puede sernos útil. En junio de este año se publicó el Reglamento (UE) 2020/741, sobre Requisitos Mínimos para la reutilización de aguas urbanas previamente depuradas en riego agrícola. Su objetivo es mejorar la disponibilidad de agua, considerando la protección del ambiente, salud humana y sanidad animal. Para ello se exige, al titular de la planta regeneradora del agua y a quien la aplica para riego agrícola, obtener una autorización previa, el cumplimiento de varios estándares de calidad y como existe desconfianza en la ciudadanía, se exige garantizar que el uso sea seguro (mediante varios controles) y que sea un uso informado, citando al efecto el Convenio de Aarhus (el símil europeo del Convenio de Escazú, que Chile no firmó) exigiendo, para proteger al consumidor, que la información sea clara, completa y actualizada.
Se distinguen 4 tipos de clases de riego, pero las exigencias de tratamiento (secundario, filtración y desinfección) y de calidad del agua, son más estrictas, cuando se trate de alimentos crudos en que la parte comestible está en contacto directo con las aguas regeneradas y los tubérculos que se consumen crudos.
En nuestro caso, avanzar en la reutilización de las aguas es un imperativo. Hasta ahora, sólo hemos dictado la Ley 21.075/2018, sobre recolección, reutilización y disposición de “aguas grises” (de las duchas, lavamanos) y que no está operativa al no haberse dictado su reglamento.
Entonces, es oportuno considerar que en el Reglamento europeo se reconocen varias cuestiones importantes: a) que la reutilización en riego agrícola tiene menor impacto ambiental que otros métodos, como los trasvases de agua o la desalinización; b) que se promueve la economía circular, pues los nutrientes recuperados podrían ser aplicados a los cultivos mediante técnicas de ferti-irrigación, reduciendo la aplicación de abonos inorgánicos y, con ello, la contaminación de suelos y aguas; y c) que podría ser una forma de devolver nutrientes como el nitrógeno, el fósforo o el potasio a los ciclos biogeoquímicos naturales.
Este avance en la reutilización debe ir, en paralelo, con la utilización de tecnologías eficientes en el uso del agua en la industria y en técnicas de riego que permitan ahorrarla, para dejarla disponible en las cuencas para otros usos prioritarios como el de las comunidades y el ecosistémico.